"La tersura satinada de la flor del alcatraz está tocada por el cielo. Sublime, su imagen perfecta se erige esplendorosa como luz que nace de la tierra y se expande audaz por todo el universo."
Fernanda Vitremille es una poeta iconoclasta. Así se define a sí misma. No le gusta el orden establecido por el hombre; le molesta la vanidad humana y solamente acepta como obsequio, flores naturales.
La conozco a través de una revista colombiana que la presenta como la Poeta de las Flores. Sin embargo, ella no acepta títulos ni clichés ni nada que la defina; le parece tan banal que prefiere el silencio de una boca callada.
Tiene razón, las flores fueron creadas para señalar rumbos, delimitar eras terrenales, significarse en simbolismos que trasciendan nuestra conveniencia de seres mortales, ya que no nos fueron obsequiados dones de eternidad interminable. Es por ello que Fernanda Vitremille se expone detrás de la esencia liminar de un alcatraz, incluso, detrás de sus propias palabras.
ALCATRAZ
Tersura
inexplorada, tu pistilo parece diamante opalescente.
La placidez de luna
que cubría tu cara,
descorrió su velo
fragmentado
hasta hacerte ver
menos hermosa.
Se destiñó hasta
diluirse como cirio,
el suave tono de tu
piel rosada,
llenándome de
lóbrego delirio.
Tus ojos cerrados,
a fuerza de morir,
ya no me miran, se
llevaron hacia adentro
toda su luz y toda
tu frescura.
Y en el silencio
inevitable del espacio
vacío donde aún
habitas,
Sólo tú, alcatraz
herido de muerte.
Arturo Juárez Muñoz
Literalia México