viernes, 28 de septiembre de 2012

¡HABÍA QUE MIRAR... COMO ELLA MIRA AL INFINITO!





¡Había que mirar... como ella mira al infinito!
O tal vez atisbe al horizonte donde nace el agua, allá donde abrevan en paz los animales
que lo tienen todo.
Sus ojos parecen dos crisoles apagados, cuya infancia agotada parece haberla abandonado.
La boca seca se agrieta, se dilata, se desangra en lamentos callados. 
No, no necesita gritar, nadie la escucha, o más bien, su voz inexistente se confunde con los vientos que azotan su alborada.
Desierto de tumbas hacinadas; desierto que en feroz bocanada se tragó su alma, su sueños, su mirada.
Camina descalza y ya nada le quema. Ella toda es brasa incendiada que se extingue para luego convertirse en la única promesa: ¡Morir... para ya no existir por la mañana!

¡Dios te bendiga! ¡Dios te de razón para indagar cuál pudiera ser tu lucha!
Yo al menos elevaré más que una oración, una querella, de cómo es posible que aún existan, flores de mujer creciendo entre hambruna y soledad abandonada.

Arturo Juárez Muñoz
Literalia México