Controversial, oscuro, surrealista, intrascendente, entre otra decena de adjetivos, Tomas Tranströmer asciende al peldaño del merecedor al Nobel de Literatura, 2011.
Tan luego se diera a conocer su nombramiento, las redes sociales, sitios especializados, blogs que recogen las diferentes obras poéticas, se llenaron de accesos para saber quién era tan desconocido personaje.
Evidentemente, desconocido para quienes no tienen la obligación de saberlo, o de seguir las trayectorias de los poetas contemporáneos, y en cierta medida, para los que el Premio Nobel es una cuestión de política y no de merecimiento.
Hace un año, en Literalia México dábamos cuenta de uno de los cinco aspirantes al Nobel 2010, siendo ése el más sólido prospecto, para recibir el codiciado título. En aquel post presentamos al poeta como un hombre profundamente humano, amante y respetuoso de la Naturaleza, con manifestaciones poéticas que le hacían lucir una auténtica vanguardia y fortalecimiento de los valores humanos más elementales, ante un mundo que se debate en sus devaluados valores.
Tras elevarse con el premio el no menos prestigiado, Mario Vargas Llosa, Tomas Tranströmer quedó como suspendido en el aire. Solamente era soportado por su férrea voluntad y trabajo comprometido con sus más altos ideales. Nadie, en ese momento, imaginaba que un año después sería reconocido con la más alta distinción.
Un servidor, comprometido con la libertad de expresar mis ideas al respecto, más como forma de comprender la razón de tan inverosímil circunstancia, basada en el entendimiento de su obra poética, como una y solo única razón para ser reconocido, decido ofrecer esta reflexión.
Luego entonces, Tomas Tranströmer ha recibido calificativos, como: “Obra musical y metafísica”, “El Poeta del realismo intimista”, “Estilo introspectivo, con cualidades de: místico, versátil y triste", “Obra que desarrolla un análisis permanente del enigma de la identidad individual frente a la diversidad laberíntica del mundo", entre otras más.
Sin embargo, la crítica sorda e inconsistente de sus detractores, lo colocan por debajo de autores latinoamericanos y orientales, en el menos de los casos, argumentando falta de elocuencia y una gris estética en su poesía.
En pocas palabras, nuevamente el mundo se enfrenta a su inevitable incapacidad de ponerse de acuerdo en algo tan sustancial, bajo sentencias que condenan que el Nobel es cuestión de reparto geográfico y político.
En este punto, no me queda más que imaginar que la miopía ha hecho víctima al hombre por tan veleidoso argumento, dejando atrás toda posibilidad de valorar con justicia, la belleza intrínseca en el trabajo de tan prominente individuo. Así, me siento orillado a manifestar mi desacuerdo con la burda argumentación que se cierne sobra la obra maestra de Tomas Tranströmer, al calificarla de gris, intrascendente y falta de emotividad.
Para los que amamos la literatura, particularmente la poesía, en primera instancia nos sentimos de plácemes porque hacía ya quince años, que no se reconocía el trabajo de un poeta para ser galardonado con el premio. Asimismo, invito al lector a penetrar en la belleza estética, poblada de imágenes y recursos metafóricos de primer orden, que distinguen la poesía del maestro.
¿Cómo podemos imaginar que un poema escrito en otro idioma, con otra idiosincrasia, con otra visión de la vida, la Naturaleza, la Obra Divina, sean procesados con los mismos términos, reglas, referentes o significados que podamos darle en el otro lado del mundo?
Sería como imaginar que existiese el alimento, idioma, creencia religiosa, costumbres universales, entre otro centenar de ejemplos. Es más, probablemente ni la mejor transcripción del sueco al español de alguno de sus poemas, logre transmitir la fuerza y efecto en la íntima individualidad del hombre latino, u oriental, o africano. ¿Es que ésa es la regla, el rasero, el tamiz?
Particularmente me considero partidario de sus ideas, matices y sustentos. Amo la Naturaleza, la respeto, la elevo a orden superior, pues su inteligencia intrínseca es superior a la nuestra, a la del hombre, a la de aquel que intenta imponer otro orden imposible siquiera de concebir, lo que lo convierte en una auténtica aporía.
Dejemos a Tomas Tranströmer fluir, crecer, explotar, fugarse al universo. Probablemente en el intento, encontremos que buena falta nos hacía ceñirnos a una idea, quizá no gloriosa pero sí propositiva, de que la Poesía se fortalezca y nos conceda una oportunidad para encontrar nuestros múltiples congruencias.
SOLSTICIO DE INVIERNO (1996)
Mi ropa irradia
un resplandor azul.
Solsticio de invierno.
Tintineantes panderetas de hielo.
Cierro los ojos.
Hay un mundo sordo,
hay una grieta
por la que los muertos
traspasan la frontera.
SECRETOS EN EL CAMINO
Liviana, vuelve la bofetada de las esferas celestes.
La música, a nuestra sombra, inocente como
el agua de la fuente que sube entre animales salvajes,
artísticamente petrificada alrededor del chorro de agua.
Con las cuerdas disfrazadas de bosque.
Con las cuerdas como el aparejo del aguacero:
la lancha es azotada por los cascos de un aguacero
y en lo íntimo, en el atasco del giroscopio, alegría.
Esta tarde se refleja la bonanza del mundo,
cuando las cuerdas son instaladas, sin que nadie toque.
Inmóviles en la niebla, los árboles del bosque
y la tundra húmeda espejeando en sí misma.
La mitad muda de la música está aquí, como el olor
a resina anda en torno a ramas heridas por el rayo.
En cada hombre, un verano subterráneo.
En el cruce de caminos, una sombra,
y se aleja corriendo, siguiendo la trompeta de Bach.
La piedad inspira súbita cautela. Dejar
su disfraz de yo en esta playa
donde la ola golpea y se retira, golpea
y se retira.
LAS PIEDRAS
Oigo caer las piedras que arrojamos,
transparentes como cristal a través de los años. En el valle
vuela la confusión de los actos
del instante, vociferantes, de copa
en copa de los árboles, se callan
en un aire más tenue que el presente, se deslizan
como golondrinas desde una cima
a otra de las montañas, hasta
alcanzar las mesetas ulteriores,
junto a las fronteras del ser. Allí caen
todas nuestras acciones
claras como el cristal
no hacia otro fondo
que el de nosotros mismos..
DESPUÉS DE UNA LARGA SEQUÍA
Ahora mismo el verano es gris; noches extrañas.
La lluvia se desliza desde el cielo
y en calma aterriza
como si se tratase de sorprender a alguien que duerme.
Los círculos de agua pululan en la superficie de la ensenada
y es la única superficie que hay
-lo otro es altura y profundidad,
ascender y hundirse.
Dos troncos de abeto
emergen y se estiran en largas, huecas señales de tambor.
Lejos están las ciudades y el sol.
El trueno está en la hierba alta.
Es posible llamar a la isla de los espejismos.
Es posible oír esa voz gris.
Para el rayo, el hierro es miel.
Uno puede vivir con su código.
(de La barrera de la verdad, 1978)
ALGUNOS MINUTOS
El pequeño abeto del pantano alza su copa: un trapo oscuro.
Pero lo que uno ve no es nada
frente a las raíces, las dilatadas, las que reptan ocultas, el
inmortal o semimortal
sistema de raíces.
Yo tú ella también nos hemos ramificado.
Más allá de lo deseado.
Fuera de Metrópolis.
Del cielo blanco lechoso de verano cae una lluvia.
Siento como si mis cinco sentidos estuviesen acoplados
a otro ser
que se mueve tan empecinadamente
como los corredores vestidos de colores claros en un estadio
sobre el que chorrea la oscuridad.
(de Visión nocturna, 1970)
Con profundo respeto y admiración a tan brillante y fructífera trayectoria. Con admiración al hombre poeta:
Arturo Juárez Múñoz