Para esta hora, ya habías elevado el vuelo.
Tu rostro apacible no ocultaba nada;
Toda tú eras paz,
eras silencio
en la alborada.
Para esta hora,
tu corazón era estrella dormida;
Palpitante,
pero su luz
ya no brillaba
Para esta hora,
tus ojos ya no me miraban;
Tomé tu mano con mi mano,
sólo frío,
oscuro resplandor,
sobre tu cama.
Triste despedida, muy triste...
ResponderEliminarSalud.
Julio G. Alonso
Querido Julio:
ResponderEliminarAgradezco infinito tus palabras.
Un abrazo:
Arturo
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ResponderEliminarTe sonrío con el Alma.