¡Me conmueven las tradiciones mexicanas! ¡Me extasían!
Parecen historias que trascienden los sentidos, la
imaginación, el alma.
Así son, como piedras con cara burda, casi imperceptible,
que tropezamos con ellas en una visita fortuita a un lugar escogido por los
dioses, o simplemente nos es contada al pie de alguna figura monótona de barro.
De visita por Malinalco, pueblo mágico del Estado de México,
me topé con una de tantas cosas que pululan como flores de barro en las
vitrinas. Llamó mi atención un bellísimo objeto, y en un instante, amable
caballero me contó su uso y tradición. Se trataba de una Flauta de Agua.
Abrasado por un enorme interés, pregunté el porqué de ese
nombre. Resultó ser un instrumento de la época precolombina que era usado para
arrullar a los niños que, por diversas razones, les esperaba un destino glorioso.
A pesar de no saber con precisión si se trataba de grandes guerreros, monarcas,
sacerdotes o artistas, para el caso era lo mismo, pues una enorme emoción
inundó mi corazón.
Para mi asombro y beneplácito, le fue vertida agua en la
cavidad de un extremo, y con singular delicadeza, fue balanceada hasta producir
un sonido ancestral, bello, icónico, que se dice ayudaba a dormir a los
pequeños en trance solemne: ¡Los convertiría en hombres!
Visiblemente emocionado, me sumí en un sueño que cruzó las fronteras
del tiempo y me ubicó justo en una choza de allá por 1450, en el mencionado pueblo.
Pude entonces admirar al futuro monarca, que envuelto aún en telas de fina lana
delgada, era amamantado y arrullado con la Flauta de agua.
LA FLAUTA DE AGUA
¡Duerme niño, que
mañana serás hombre!
Enredada en tu cabeza, la vida es suerte que ronda sobre tu
cuna.
Tus negros ojos cerrados no atisban al mundo todavía.
Hasta parecen dos rayas dispuestas a ignorar la historia que
te depara glorias, tragedias y alegrías.
Y en ese sueño de profundo sueño,
giras con alas de quetzal dando vueltas a la luna.
Duerme en tu vasta placidez de niño;
sueña que sueñas a jugar mañana envuelto en xopankuikatl,
y en ese salto donde saltas nunca,
se arrulla tu voz de emperador en tuna.
Tus manos alcanzan apenas a asir tu ayakachtli
mientras se forjan la fuerza y la justicia
conque mañana serás hombre,
y blandirás la espada con tu nombre,
en la cabeza del injusto que caerá sobre la espuma.
¡Canta que canta la flauta de agua!
Que su canto arromanza aún las noches de Malinalxoch;
Que su voz, eco de quinientos años,
sigue convirtiendo niños en fortuna.
Autor: Arturo Juárez Muñoz
Literalia México
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Del náhuatl:
xopankuikatl Canto de primavera
ayakachtli Sonaja
Malinalxoch Malinalco