El día 21 de Agosto recibimos la visita de un gran escritor español, Antonio Ansias Albizúa, quien gentilmente nos ha obsequiado un hermoso y alentador mensaje, el cual reproduzco fielmente "... En lo que pueda desde España, apoyaré tu proyecto con la confianza de que pueda ser la esperanza de muchos. Deseo la comunicación con vosotros y me gustaría complacer vuestras ilusiones ..."
En agradecimiento a su gentileza , publico el siguiente fragmento tomado de su blog www.ramonansias.blogspot.com, a fin de que interiorices en el trabajo de nuestro nuevo amigo y colaborador, y que lo puedas admirar por sus grandes cualidades, como son: meticuloso analista historiador, hombre sensible y de profundas ideas, que nos ayudará a poner en perspectiva aspectos relevantes de la vida internacional.
Edward Munch - Obra Silencio, del pintor y grabador noruego.
Después de su retiro en los bosques de New Hampshire, la reciente muerte de Jerome David Salinger (1919-2010) autor de “El guardián entre el centeno” (1951), trae a mi consideración aquellos escritores que se enclaustraron voluntariamente para escribir por puro placer de hacerlo. Tal fue el caso de Darwin (1809-1882), que por causas de salud decidió vivir, alejado del bullicio, en Dawn House; el de Flaubert (1821-1880) para quien la muerte de su madre en 1872 y la incomprensión de muchos, lo alejaron de sus amistades; el de Tolstoi (1828-1910), que en sus últimos años se refugió en su ciudad natal Yasnaia Polaina; el de Knut Hamsun (1859-1952) cuya admiración por la vida campestre le condujo a Noerholm en pleno bosque; el de Proust (1871-1922) que tras la muerte de sus padres, en 1905 se aisló en su casa de París para volcarse en su obra “En busca del tiempo perdido”; el de Beckett (1906-1989), amigo de Joyce, que después de la concesión del Nóbel se encerró en su casa y desconectó el teléfono. También aquellos que todavía viven: Onetti (1909), el gran indiferente al prestigio y al éxito para quien escribir es su manera de vivir y Patrick Süskind (1949) autor de “El perfume” que vive recluido en su ciudad natal. Ejemplo de todos ellos fue Lao Tsé (entre los siglos VI ó IV a. C), cuyos pictogramas significan anciano-maestro, que convertido en el paradigma del puro silencio, nos dejó “Tao Te Ching”.
Sin embargo, no debe olvidarse que si en la vida hay un mínimo de pura voluntariedad que depende de cada uno, encontramos también un máximo de total necesidad sujeto a las circunstancias.
Por ello, pienso que cuando es pura libertad, convengo como declaraba Rouseau, que lo propio de “ser adulto es estar sólo”, es aprender a ser capaz de decir “no gracias” y convertir la vida en puro “silencio” voluntario entre dos ecos opuestos, nacimiento y muerte. En este la edad adulta es el mejor tiempo para crear y la soledad es siempre inmejorable elección creativa. Los ejemplos son ostensibles y todos pasaban de los cincuenta y cinco años: Cervantes (1547-1616) escribió el Quijote (1605), Pasteur (1822-1895) administró la primera vacuna (1881) y Picasso (1881-1973) pintó el Guernika (1937).
Pero, cuando la soledad es abandono y algo impuesto, situación en la que pueden contarse con los dedos de la mano quienes quedan a tu lado, entonces se debe clamar por el calor humano y la búsqueda sensata de soluciones políticas y sociales.
Dicho esto, no podemos olvidar aquellos que lo dan todo por ser figura mediática y complacer a sus admiradores. Paul Auster, es uno, quien con gran entusiasmo de su club de fans recogió el nóbel de los escritores de la ciudad de León (España). Pero ello, no anula la posibilidad de que su novela “Invisible” (Ed. Anagrama-2009) sea el deseo de un cierto silencio personal.
Antonio Ansias Ilbazúa
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