NO PODEMOS RENUNCIAR A TI
A los niños de Newtown, Connecticut
¡Tus manos han dejado de volar!
Hoy eres sólo remedo de esperanza,
noche sin luna
río sin agua.
¡Tus venas secas se semejan hoy al cactus muerto!
Y del delirio de tus risas extraviadas
en cada primavera,
sólo el eco nos dirá que alguna tarde
te fuiste a dormir en otra cama.
¡No duermas en silencio, duerme sin calma!
Que eres estruendo que no se apaga con la nada
¡Permítenos mirarte en cada luna!
¡Permítenos mirarte en cada luz dorada!
Porque no podemos renunciar a tu sonrisa,
a tus gritos, a tu espada
que irrumpirá eternamente en nuestros sueños,
de juventud que comenzó, como tú,
una mañana!
Con inmenso dolor hoy damos cuenta de un acto brutal y desatento para con la vida y las buenas costumbres. Ruego a Dios porque jamás nos acostumbremos a la tragedia como símbolo de una humanidad que se sacude en sus entrañas.
Con respeto para aquellos que fallecieron de manera tan lamentable; para aquellos que renunciamos a toda manifestación de retroceso; para quienes en sus manos está intentar detener el deterioro y la transgresión del derecho a la vida, porque es imposible dejarlos morir y convertirlos en noticia y no en promesa del mañana.
Arturo Juárez Muñoz
Literalia México
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